El inicio

 

El Atelier Extraordinario nace de la necesidad de nombrar algo más que un espacio de trabajo, o un lugar físico en el que diferentes disciplinas tienen cabida, nace de la necesidad de ponerle un nombre a una forma de vida.

No soy la primera persona que, desarrollando un trabajo creativo, tantas veces se encuentra ante la dificultad de distinguir el límite (real, espacial o conceptual) entre lo laboral y lo personal y a pesar de que muchos piensen que, a la larga, no es sostenible que los espacios y los tiempos del trabajo se fundan o confundan demasiado con los personales, en los últimos años he podido comprobar que yo no concibo mi vida de otra forma y que separar estos espacios me produce más incomodidad que alivio.

La justificación no solo tiene que ver con el tema de la inspiración, nunca hablaré de las musas sin hablar de constancia, método y azar, pero justamente ahí está la clave, que entre los posos del café del desayuno y la colada recién tendida, uno entrevé una sombra, una forma o un color y el mecanismo tiene que empezar a rodar inmediatamente. En las prácticas más cotidianas se esconden infinitas historias esperando ser vistas y relatadas.

Al mismo tiempo, encuentro muy poco productivas todas esas mañanas en las que uno se sienta delante del folio en blanco, el torno o el ordenador y no es capaz de dar “pie con bola” cayendo en un círculo infinito de frustración y cansancio que acaba por dejarnos sin fuerzas para nada más y lo que es peor, con una larga lista de tareas sin concluir.

La búsqueda del equilibro justo entre la disciplina que se obtiene a través de las rutinas y la libertad para improvisar y dejarse llevar por los impulsos y las propias necesidades, es el germen que ha hecho crecer El Atelier Extraordinario.

Este atelier ya existía antes de ser nombrado, llevaba varios años fraguándose, quizás titubeante, pero con la certeza de saber que no existía otro modo de ser, ni de hacer.

Potenciando el nombre y el lugar físico me estaba ayudando a mí misma a creer que este proyecto de vida “slow” tiene un sentido y que éste no es otro que el de encontrar una manera propia de hacer las cosas, un trabajo a medida con la capacidad de modificarse constantemente para adaptarse a mí. Un ritmo de vida humano, que no diferencie lo personal de lo laboral como si detrás de cada trabajo no hubiese siempre una persona.

Live slowly, play often and wonder more.