Un lugar cotidiano, es un hogar, un jardín y un taller. Es un espacio para las rutinas, el juego y los pequeños rituales, para lo terrenal y para lo fantástico. Es un oasis alejado de prisas y urgencias.
Aquí vale tanto el método como el desvarío, las técnicas como el azar, el impulso y la contemplación, el barro y el grafito, las croquetas y el vino. Lo extraordinario de este atelier ocurre cuando menos te lo esperas, pero siempre cuando las manos trabajan y la cabeza viene, va y sueña. Mis historias generan tanto diálogos mudos como sonoras batallas. Sonoras pero minúsculas, minúsculas pero valiosas.
La imperfección no existe como tara, sino como recuerdo, como huella y adn, como instante despreocupado, como despiste y como santo al cielo. La exclusividad aquí es sinónimo de cariño, de atención al detalle, de momentos genuinos e irrepetibles.
El Atelier Extraordinario es un lugar real e imaginario, que se comunica con el exterior desde la intimidad de los objetos cotidianos y desde los trazos que describen los sucesos más anodinos. Y yo soy María, meticulosa y despistada, a caballo entre varios oficios y sin más pretensión que la de provocar sonrisas cómplices de esos pequeños encuentros que pueden cambiarnos el día.